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Por Marina Parisi , 1 de abril de 2025 | 09:06Gas natural argentino: Lecciones para nunca olvidar

En 2003 más del 50% de la energía eléctrica en Chile dependía del gas natural argentino, trayendo nefastas consecuencias. Hoy nuestro país es energéticamente una isla, apuntan los expertos, quienes sugieren la colaboración con naciones vecinas.
Tras el protocolo de integración gasífera suscrito con Argentina en 1995, Chile apostó fuertemente por el gas natural trasandino. Nuestro país se lanzó a la construcción masiva de gasoductos y a la conversión de plantas generadoras de electricidad, mientras que la industria chilena -alentada por el suministro del hidrocarburo que prometía ser más barato y menos contaminante-, invirtió montos millonarios en nueva infraestructura, para así poder producir con gas natural.
Según datos de la Comisión Nacional de Energía (CNE), en 2003 más del 50% de la energía eléctrica que se consumía en Chile llegó a generarse a través de centrales eléctricas alimentadas por gas natural. Pero esta situación no hizo más que aumentar la dependencia entre Chile y Argentina, al consolidar a la nación trasandina como la única y principal proveedora del hidrocarburo; un escenario que se complicó en forma irreversible a partir de 2004.
El comienzo del fin
En 2004 la Secretaría de Energía de Argentina promulgó la Resolución N° 659/2004 que facultaba a la autoridad trasandina a privilegiar el abastecimiento de gas natural para el consumo interno frente a las exportaciones, iniciando así una serie de restricciones que afectarían los envíos a Chile.
Entre los recortes más severos destaca el del 5 de agosto de 2005, cuando el gobierno trasandino dispuso un racionamiento del 59% del total de los envíos a Chile. El 17 de mayo de 2007 las restricciones llegaron a su peak, alcanzando el 64% del total de los envíos. Esto equivalió a una merma de 14,1 millones de metros cúbicos de gas natural al día, cuando las importaciones diarias de Chile eran de 22 millones de metros cúbicos, de acuerdo a cifras de la CNE.
¿Resultado? las centrales termoeléctricas chilenas se vieron obligadas a operar con diésel, cuyo precio se cuadriplicó, sin mencionar el alza del 25% en la tarifa eléctrica y las millonarias pérdidas para la industria, obligando a nuestro país a reinvertir en nueva infraestructura para producir electricidad ahora con diésel.
Escenario completamente opuesto
Han trascurrido más de 20 años desde ese capítulo y hoy Chile atraviesa por un escenario completamente opuesto, que Javier Tapia, Director Ejecutivo de la Asociación de Transmisoras del país, grafica muy bien: “en Chile somos energéticamente una isla”.
Quizás si nuestro país contara con alguna interconexión eléctrica con Perú, o bien, con Argentina, el impacto del apagón del pasado 25 de febrero no habría sido tan profundo. No los sabemos.
Pero sí es cierto que ningún extremo es bueno y las lecciones que Chile debe rescatar es que la política energética debe apuntar “a la autonomía aprovechando a la vez las oportunidades de colaboración con los países vecinos”, sostiene Esteban Gil, académico del Departamento de Ingeniería Eléctrica de la Universidad Federico Santa María (UTFSM) e Investigador del Centro AC3E.
Exportar el vertimiento de energía
De hecho, el vertimiento de energía renovable que actualmente se da en el norte de Chile, escenario que se explica en parte por la falta de redes de transmisión para evacuar la energía solar desde las plantas de generación hasta los centros de consumo, podría ser exportado a las naciones vecinas, indican los especialistas.
Lo anterior es, sin duda, una oportunidad y también un reto que hoy está en manos del gobierno y su gestión política.
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