Columnistas
Por Agustín de Vicente , 20 de febrero de 2023 | 23:20

La transformación energética se acelera

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Opinión de Matthew Moberg, gestor de carteras de Franklin Templeton

La innovación está en todas partes. Al disolverse una plataforma, surge otra: La transformación energética. No se trata de una idea nueva: abordar el cambio climático y reducir las emisiones de carbono ha sido un objetivo de las economías industrializadas durante décadas. Sin embargo, como escribimos a principios de 2022, las perturbaciones externas pueden acelerar el crecimiento. Creemos que la guerra entre Rusia y Ucrania, unida —no por casualidad, sino en parte como respuesta a la guerra— a la aprobación de la Ley de Reducción de la Inflación, fomenta nuevos tipos de generación de energía en Estados Unidos. En conjunto, esto representa un punto de inflexión que debería conducir a una aplicación materialmente mayor de nuevas innovaciones en el espacio energético.

La transformación de nuestras fuentes de energía a partir de combustibles fósiles será uno de los mayores gastos de capital de la historia humana. Históricamente, la transición de una economía a una nueva fuente de energía ha llevado entre 50 y 60 años. Será necesario aumentar la producción a partir de múltiples fuentes, como la solar, la eólica, el hidrógeno, la nuclear, el agua, la geotérmica y nuevas formas de energía.3

Cada uno de estos métodos de producción recibirá probablemente más financiación, lo que creemos que dará lugar a más innovación y nuevas soluciones. Además de la innovación en la producción, la mayor complejidad de la red dará lugar a una mayor inversión en la distribución de energía, no solo a escala comercial —ya que la intermitencia será más frecuente y hará que la energía sea más compleja de enrutar— sino también a escala residencial, ya que la resiliencia frente a los cortes de energía anima a más propietarios individuales a optar por generar su propia energía o tener una fuente de energía de reserva. 

Por último, creemos que los patrones de consumo de energía cambiarán, centrándose en la optimización a través de la eficiencia energética, la electrificación (cuando sea factible), la retroalimentación basada en datos para mejorar los procesos y las soluciones distribuidas para proporcionar flexibilidad a escalas más pequeñas.

La energía es el eje de una economía industrializada, y las economías con precios de la energía estructuralmente más bajos —aquellas con capacidad de resiliencia ante las crisis— tienen una ventaja de costes integrada. A medida que el mundo se vuelva más multipolar, la seguridad energética ganará en importancia y será más crítica para la competitividad económica.

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